martes, 7 de julio de 2009

AMOR AL D.F.


Hay que amarla de a de veras para decirlo, y si amo a esta enorme Ciudad en ella crecí y si no nací fue por que mi adorada madre que vivía por entonces por Santa Isabel Tola, le urgía parirme junto a su amada madre, una matrona nata de allende la tierra de las glorias de Emiliano Zapata y la lucha suprema de José Maria Morelos y Pavón.

Pero esta enorme ciudad me vio crecer, me vio jugar en las laderas de pasto verde, verde, en el gran Zoológico de Aragón, me presencio de chiquilla jugar sin miedo en sus anchas calles y a meternos a escondidillas al gran Cine Corregidora y perderme entre sus butacas por horas hasta que mi madre desesperada acudía a buscarme y nada pasaba.


Los robos eran raros, pero también recuerdo cuando a mi hermanito mayor a la tierna edad de 6 años fue robado, la gente se solidarizo enseguida, es hermoso recordar como la gente de la calle en la 506 de la gran Unidad Aragón se hicieron una sola, para buscar a mi hermanito, junto con la genuina preocupación de la policía de aquellos tiempos; todo el cuerpo policiaco de la zona buscando afanosamente a mi hermano que afortunadamente fue encontrado hacia las 11 de la noche.

En esta gran ciudad que es un verdadero deleite, el visitar sus grandes museos, regodearse en los bares antiquísimos de su centro histórico, caminar por donde la historia camino también, dónde nuestros grandes héroes postraron sus pies.

Ver ondear la bandera a toda hasta en el Zócalo, comprar en sus grandes tiendas de ropa de Pino Suárez, y pasarse a Bucareli a echarse un cafecito en el gran Café La Habana; ahí a un ladito dónde hice mis estudios de Inglés, y dónde con mi tierna faldita a cuadros rojos y suéter del mismo color le llamo la atención a Castillo Pesado editorialista de sociales del Universal y me tomo una foto, si ahí mero cuando se puso en rojo el semáforo casi esquina con Reforma.

Ir a sus grandes hoteles, el Emporio una belleza de Hotel, caminar en la noche sobre Reforma en un sábado y deleitarse en los muchos bares de los grandes hoteles. Ahí donde un buen día el elegante Hotel Regis se hiciera sándwich en el aciago año del 85, y dónde le presencié humear como si se hubiera fumado un enorme habano cubano.

Si en esta enorme y hermosa ciudad donde los grandes amores juveniles, se daban en los ratillos de descanso entre clase y clase de la enorme Vocacional número 1; dónde la música tocaba a toda su capacidad en las hermosas y enormes discotecas de finales de los 80s y principios de los 90s; dónde bailar al ritmo de Timbiriche en la gran Le Mirage, la espectacular discoteca giratoria en el extinto Hotel de México era obligación.

Si amo esta enorme ciudad, esta violenta ciudad, esta ciudad bellísima con gran historia, pero también llena de criminalidad; ¿Quién que no te amé de verdad podría negarlo? ¿Quién podría vivir sin ti?

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