sábado, 13 de junio de 2009

Mis abuelos


MI ABUELITO PEDRO*

Mi abuelo materno, un señor que estaba lleno de contradicciones si, pero mayoritariamente era poseedor de un enorme corazón que hace que aún hoy, en plena calle algunas personas de edad que aún viven, cuando me ven allá en su pueblo natal, aún me preguntan...¿Eres de la Familia de Don Pedro? y cuando les contesto afirmativamente " Si soy su nieta...”me contestan..."Tu abuelo era un buen tipo, recuerdo cuando estuvimos sumidos en la miseria y nos acercamos a él y nos tendió la mano, siempre hubo fríjol y maíz para los que así lo necesitáramos y jamás dijo no".

Y es que así era, mi abuelo que tuvo su época de esplendor, en épocas duras y difíciles, les brindaba a la gente dotaciones de fríjol, maíz o animalitos. Era común ver diariamente fuera su casa a la gente formada con recipientes o con sus rebozos para recibir la dotación que mi abuelo con un enorme corazón les brindaba. Sentado tras su pesada mesa de roble macizo, con monedas sobre ella; listas para ser entregadas a los más necesitados.

(foto de la 1era Iglesia en América de los frailes Agustinos, dónde llego Fray Juan de Zumarraga en 1533 y posee la única fuente de Leones en todo el mundo)

Mi abuelo tenia dotes de mediador, conciliador, la gente recurría a él no solo por ayuda si no incluso por un buen consejo ya que a él se le daban las ideas con una claridad muy sabia. También poseía unos dotes de comunicación impresionantes con los animales, a los cuales era capaz de domar tan sólo con silbarles al oído, era capaz de tallar las piezas artísticas más hermosas hasta en pequeños huesos de durazno, o en marfil del cual hacia unas lindas hebillas. Tenía un aura y un carisma que prácticamente nadie de mi familia heredo. En suma un ser extraordinario. Tal vez tales dotes y talentos le venían de mis antepasados, uno de ellos escribió hermosas novelas..."Navidad en las Montañas...”..."El Zarco".

Y tal parecía que mi abuelo seguía esos mismos derroteros y senderos, era común que tomase su más hermosa montura y que viajase de continuo hacia la Cd. de Taxco por veredas y caminos montañosos por largas jornadas, tan solo para evadirse un poco de su realidad y tal vez para aspirar la libertad que sólo los grandes momentos en solitario y rodeado de la sapiencia de la naturaleza, pueden proporcionar.

También cuando la gente tenia alguna urgencia monetaria era común ver que el les regalaba algún borrego o algún otro animalito.

Un día, entre varios, y que aún se recuerdan, y me emociona que la gente mayor me lo cuente, un día de gran necesidad en el pueblo, ya hace más de 40 años, ya que mi abuelo materno falleció por ahí del 69, mi abuelito les regalo un borrego a quien se lo solicitara la única condición que fueran por ellos a los corrales dónde los tenia en la hacienda en el campo. Así de repente en la calle principal del pueblo se vio subir a cientos de personas con un borrego a los hombros. Mi abuelo llegó a poseer más de mil de esos animalitos y donar cien o doscientos de ellos, no le afectaba en lo más mínimo. Su generosidad excesiva es tema recurrente aun hoy en día. Era un ser muy desprendido.

No le conocí personalmente, pero mi padre y mi madre me dieron buena idea de lo que fue mi abuelo, mirándole los enormes bigotes al puritito estilo Emiliano Zapata y con mi madre en sus piernas, sentados sobre la enorme calle bordeada de hermosa vegetación fuera de su casa. Pude adivinar en sus ojos una enorme bondad y un enorme cariño hacia sus hijos.

El día que almas malditas le cortaron la vida a mi abuelo a punta de balazos, sus animalitos consentidos de mi abuelo, como sus jilgueros, sus 2 perros, su caballo favorito, y el buey que el alimentaba de su propia mano, así como sus animales de carga favoritos; por que mi abuelo trabaja su propia tierra a pesar de no necesitarlo, se dejaron morir de hambre y tristeza.

Cuando las enormes campanas retumbaron con gran fuerza en la Iglesia fundada por los frailes agustinos y dónde Fray Juan de Zumarraga hizo su primera aparición en América; la gente supo que mi abuelo había muerto ya y acudieron a rendir el honor que mi abuelo como a un hombre de gran generosidad y descendiente de una gran casta de seres de gran corazón, simplemente se merecia.

Ese era mi gran abuelo Pedro.

*Inserto su verdadero nombre por que comprendi que debo sentirme sumamente orgullosa de un hombre que jamás en su vida se nego a si mismo y no debo negarlo ahora, Pedro es su verdadero nombre y como tal debo respetarle y venerarle: Pedro Altamirano.


Mi abuelito Sebastián

Mi abuelito Sebastián también es digno de recordarse con cariño, poseía los dotes que nuestros ancestros indígenas habían desarrollado y que con él se perdieron. Mi abuelito en efecto era indígena Náhuatl.

Era capaz de sembrar grandes extensiones de tierra en muy corto tiempo, y de segar la mayor cantidad de trigo posible también en muy poco tiempo. Rindiendo en trabajo como 5 hombres juntos.

Era un ser que dominaba ciertas artes antiguas que hacen que el comentarlas ahorita se hagan increíbles de aceptar. Pero esas dotes y conocimientos antiguos le hacían rendir en trabajo físico más de lo humanamente posible. Poseía el don del conocimiento de la naturaleza y podía moverla a su voluntad dentro de su rango de capacidades. ¿Casualidad o de verdad grandes dotes? Pero cuando sacaban el santo del pueblo en la fecha indicada por él, El Santo Cristo, herrando por las calles en hombros de sus fieles, hacía el milagro: llovía.

Esos dotes mi padre le solicito se los trasmitiera, pero mi abuelo se negó rotundamente, consideraba que mi padre ya se encontraba más allá del bien y del mal, y que además esos conocimientos debían morir con él, por que sólo el era el resguardo de dichos talentos que en manos extrañas podrían causar más mal que bien.

Podía hacer venir a algún animalito tan sólo con llamarlo con la mirada o un movimiento de mano, caballos, bueyes, o con el pensamiento, ¿Difícil de creer? Jamás lo sabré, lo que si es que mi padre fue testigo de que sus caballos, mulas o bueyes consentidos o incluso animales más primitivos como cerdos o gallinas, acudían a él de repente como respondiendo a un llamado y mi abuelo tan sólo se sonreía. Era capaz de caminar largas jornadas que en auto suman una hora tan sólo de ida, el podía hacerlo en menor tiempo e ida y vuelta en caminos herrumbrosos y llenos de piedras. Cosas increíbles que igualmente en su pueblo aún las recuerdan y lo hacen dándole las consideraciones como a las de un gran Tlamatini (hombre sabio).

Pero así fue, era un ser respetable en su comunidad por su gran sapiencia, sus conocimientos aplicados a hacer el bien, y además, un ser muy noble.

Yo me creo todo lo que mi padre me conto, y si lo dijo el así debió haber sido. A mi abuelito Sebastian tampocole conocí; murió cuando mi padre era tan sólo un niño; en los albores de los años 50s, con más de 70 años. Una placida mañana simplemente ya no despertó, murió tranquilamente.

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