domingo, 31 de octubre de 2010

La muerte alegra en la Tierra de Los Conejos




(Foto de la Iglesia de la Tierra de Los Conejos, Edo. de Morelos,Mèxico)




Marcelita llego de dejarle el taco a Justo, venia cansada sudando la gota gorda por el calor inclemente que ya se había asentado en la comarca desde hacia varios días, el agua escaseaba y la temporada de secas ya había hecho su aparición, el rastrojo permanecía en el campo en espera de ser llevado a los potreros para alimentar a los caballos que alegres corrían mordisqueando aquí y allá las ultimas hebritas de pasto verde que aún languidecían en el campo.

Había parado de llover, los tréboles habían desaparecido ya hacía días, el bochorno era inclemente y Marcelita sabia que si quería agua tenía que ir hasta el manantial, que vertía sus frescos efluvios en el fondo de la barranca. El hermoso cántaro de barro que su tía Raymunda le había regalado era el recipiente ideal para esa faena que le encantaba a Marcelita porque aprovechaba las idas al manantial para refrescarse los pies en el cuescomate, que se formaba de las aguas que se filtraban de otras paredes de la barranca.

Marcelita había tomado su rebozo y se había cubierto con el la cabeza, para protegerse de las altas temperaturas y ya había tomado rumbo hacía la Barranquilla, cuando le salio al paso su comadre Juana..."Ea Marcelita que vengo urgente a verte,...tu Tía Raymunda esta malita...muy malita y se nos muere". Marcelita no pudo evitar soltar el hermoso cántaro decorado a mano que su tía le había traído de su ultimo viaje a Taxco, y este se fragmento en mil pedazos como el sentimiento de angustia que en ese momento se apodero del alma y cuerpo de Marcelita; su tía Raymunda había tomado el lugar que había dejado su difunta madre el mismo día que esta había fallecido...Raymunda era su madre ahora.



Corrió tras la comadre Juana, sintiendo una angustia en el alma que no la dejaba ni respirar, no la dejaba pensar lo suficiente, el único pensamiento que se le venia en ese momento era uno sencillo pero fundamental para ella..."¿Que voy a hacer sin mi tía, que será de mi, Dios mío no me la quites, no me la quites, es lo único que me queda en esta vida"...sangraba su alma al mismo tiempo que esos tristes pensamientos se le agolpaban en su mente como un tropel de reses desbocadas como esas mismas, que un día vio que venían alocadas por el camino de San Javier y que la obligaron a treparse por las piedras que circundaban el camino, y que le habían causado tal pánico que desde ese momento cada que veía una manada de reses subiendo por el camino Real camino a sus corrales, huía despavorida por calles aledañas. ¡Ah como recordaba el miedo cerval que le tenia al "loco" el enorme toro Cebú, el más grande de la manada de Don Porfirio!

Marcelita se lanzo a los brazos de su tía, nomás abriendo el enorme portón que tenia por entrada en la vivienda; las lágrimas corrían vivas por sus mejillas llenas de polvillo del camino formando pequeños surcos negros. Su tía la observaba sin articular palabra, pero en su mirada se veía el vació de una alma atormentada y un profundo dolor, ese sentimiento que solo produce la triste visión de saber que la vida ha tomado un derrotero que no se puede cambiar y que tarde que temprano se tendrá que abandonar...Raymunda estaba vencida, ya no quería seguir viviendo más y ni siquiera el inmenso amor que le tenia Marcelita la conformaban. Raymunda alargo con mucha dificultad su mano izquierda, ajada por el tiempo y el esfuerzo de muchos años lavando a mano enormes pilas de ropa y le acaricio tierna y delicadamente la mejilla, en ese momento Marcelita pudo ver en los ojos de su tía, unas pequeñas lagrimas que gozosas salieron por fin, tomo su mano con mucho cariño y la lleno de besos, pasándoselas por el rostro una y otra vez..."¡No te vayas tía amada!, ¿que voy a hacer si te vas?"....pero Raymunda dejo caer la mano y un suspiro brotó finalmente del fondo de su cuerpo. La muerte parecía la eterna amiga de Marcelita.

El mole ya hervía en el fondo de la primorosa cocina de piedra que su tía siempre tenia impecable, la comadre Juana presurosa lo movía con mucho cuidado para que no se pegara, mientras llenaba con Jerez unos minúsculos vasitos de barro y se los daba a Tonchi, su hijita de 12 años, que solicita iba y venia con la bandeja para volverlos a llenar, los vecinos y familiares se habían apoltronado en el patio y algunos más estaban junto a la tía Raymunda que había sido colocada en el petate sobre una cruz blanca de cal, que había dibujado con mucho cuidado Don Fausto, el rezandero del pueblo. Flores iban y venían, la letanía del ave Maria, se escuchaba hasta el fondo del huerto donde se había refugiado Martín, el esposo de Raymunda, con los ojos secos y una culpa que no le dejaban moverse, se veía como esas estatuas de los leones que cuidaban la fuente de la Iglesia, como en la Alambra de España, así todo quieto.

Juana por fin empezó a mandar los platos con mole y arroz; Doña Julia se apresuraba a moler mas masa para preparar mas tortillas; la gente no dejaba de venir y ya tenían hambre, mucha hambre; el olor del juagillo, del chile ancho, del chile pasilla, y los cominos y los clavos, se podían disfrutar apenas dando vuelta por la cantina de Las Malqueridas y no se podía resistir, así que la gente, apresurada corría por flores y veladoras para ir a presentar el pésame a Martín el viudo de Raymunda; ansiando poder disfrutar el riquísimo mole que solo Juana era capaz de hacer. ¡Era un verdadero deleite, manjar de Ángeles y Dioses!

Marcelita veía todo eso taciturna, las lágrimas se habían secado de sus ojos pero aún su alma lloraba por dentro y podía sentir de repente esas ganas de ahogarse que le impulsaban a gritar pero pues ella no podía hacerlo, difícilmente podía emitir sonidos. Veía a su tía que parecía dormida encima del petate y sentia el murmullo y risas de la gente que ya habían empezado a jugar domino y a contar chistes en el patio, una enorme ira empezó a circular por su mente , luego por su cuerpo y por fin salio brotando como una animal herido..."¡quienes eran esas insolentes personas que no respetaban su dolor que se divertían, comiendo y gozando por el dolor de la muerte de la persona que mas amaba, su madre, su confidente, su roca!".

Salio corriendo al patio y todos los presentes la vieron, quisieron entender lo que decía pero no pudieron... ¡Ah pobre Marcela, la sorda y casi muda! ¡Solo risa y pena causaba por que no se le entendía!...pero Juana si comprendió y presurosa dejo un momento el mole y el arroz y corrió a tomarla entre sus brazos..."Querida mía, tranquila, la gente no se burla de la muerte de Raymunda, celebra que ya no esta en este mundo, sufriendo como lo hacia; esto es un gozo, una celebración de la vida después de la muerte, así es y será por siempre desde el comienzo de los tiempos aquí en la tierra de los conejos".

Marcela se apretó fuerte muy fuerte a las delgadas carnes de Juana y suspiro, es verdad; así siempre había sido en la Tierra de los Conejos, como era su lo que significaba el nombre del pueblo en Náhuatl y dejo de llorar por unos momentos; tomo su triste y raído rebozo y se lo volvió a acomodar sobre su cabeza y su rostro para ocultar su dolor y su enorme tristeza. La gente de la Tierra de los Conejos, festejaba la partida de su tía mientras ella moría por dentro.

domingo, 24 de octubre de 2010

Marcelita




Marcela como todos las mañanas, ya amasaba en el metate, dulce y delicadamente moldeaba y aligeraba la masa, realmente le gustaba hacerlo, le había dicho doña Martina su mamá que ella había nacido para ser esposa y madre únicamente y que tenia que hacer sus deberes con cariño, y así lo hacía Marcela, se sentía bendecida por tener un buen marido como Justo y a él se dedicaba con devoción. Y no era para menos Marcelita había nacido con un defecto congénito que le había condenado al silencio eterno: era sorda de nacimiento, y se sentía agradecida y con mucha suerte, de que un hombre sencillo pero noble como Juan la hubiera pedido en matrimonio.

Muy de niña su mamá le había enseñado a medio hablar, poniendo su mano en su boca y luego en la suya, pero también había más o menos aprendido a leer los labios, sin embargo la frustraba saber que había más sonidos que ella no podría captar jamás, luchaba por imaginárselos pero no podía, por más que esforzaba su mente. Pero aún con todo se consideraba medianamente feliz, había tenido la suerte de haber tenido una madre devota que la amo lo suficiente para enseñarle lo poco que pudo hasta que la mato la tuberculosis, ese funesto 15 de agosto, día de la Asunción de la virgen.


Los días de Marcela eran monótonos hasta cierto punto, levantarse a las 3 de la mañana, preparar el maíz para llevarlo al molino, regresar y prepar la masa para hacer las tortillas, luego asar los tomates y los chiles en el comal donde la lumbre hacia de las suyas con mucha pasión, luego recalentar esos frijoles tiernos recién cosechados, preparar el café con canela que tanto le gustaba a su marido, servile el desayuno y además preparle el itacate con los tacos para su ida al campo a segar el trigo, luego al medio día, de nuevo preparar el alimento para cuando volviera su marido.

Sin embargo Marcelita no se negaba a soñar, las huertas dónde crecían los aguacates, y las calabacitas, y los nísperos eran el reducto para sus ensoñaciones y si Marcelita los tenia…encontrar el verdadero amor.

Soñaba con un guapo caballero en traje negro que llegaba en un hermoso caballo alazán, que la levantaba en sus brazos y huía con ella, lejos, dónde nadie podría encontrarlos jamás. Pero luego de esas hermosas ensoñaciones, ella volvía a la realidad con mucha culpa, su esposo era realmente un buen hombre y tenia que agradecer mucho a la virgencita de tenerlo, pero sentía que no lo amaba y esa realidad la hacía sentirse incompleta.

Justo su marido llegó todo cansando como siempre, aventó el sombrero ya roído por el tiempo sobre el catre, se sentó en la sillita chiquita de madera que el mismo había hecho hacía algunos días, junto al hogar, dónde ya la lumbre brillaba infatigable; Marcelita le acerco el plato de frijoles, las tortillitas calientes, la salsa ahora carmesí por los chiles guajillos, y le coloco un par de huevos cocidos en una pequeña cazuelita negra. Veía a su marido lleno de polvo del camino, sudoroso por la dura faena del día, vio el cuello de su camisa también ennegrecido por la tierra del campo de labor, sus dedos también llenos del polvo de los surcos dónde el trigo había sido dueño y señor, y se percato de la cruda realidad, realmente no amaba a Justo y el peso de la verdad por primera vez en su vida le causaba un sentimiento de infelicidad que le pincho el corazón y el alma. Estaba perdida.

Como todas las tardes, el repicar de las campanas que llamaban a misa de 6, la saco de sus ensoñaciones, le pregunto a Justo que si iba con ella a la Iglesia y él se negó, se sentía muy cansado ese día, y además quería aprovechar para acabar de pulir la otra sillita de madera que lo esperaba en el cuartito de los trebejos. Marcelita se puso su rebozo negro con hilos blancos, se puso sus mejores sandalias, se acicalo delicadamente el cabello, se chupo los labios para encenderlos. Tomo el camino real, dónde ya la gente acudía presurosa para la misa, vio a Jacinto sentado en el pretil de su casa y le saludo con la mirada, el tan solo le sonrió, sabia que Marcelita era una buena mujer y era linda, pero estaba sorda, pero aún así no dejaba de admirarla como mujer y Marcelita lo sabia y se lo agradecía, muy en el fondo ella hubiera querido que Jacinto la hubiera escogido a ella como esposa, era un caporal de buena finta, poseía una muy buena recua de mulas y una muy buena cantidad de ganado que ella gustosa hubiera cuidado si el la hubiera escogido a ella y no Justo, tan pobre que era Justo pero fue él único en el pueblo que realmente se había animado a casarse con ella.

Era Junio y ya las primeras lluvias tenían rato de haber llegado, Marcelita subía nuevamente a misa por el camino real, iba tomando los tréboles que gustosos crecían ansiando conocer el mundo por todo la orilla del camino por donde el agua corría en pequeños riachuelos dónde el agua de la lluvia escapaba alegre hacia el campo, y dónde los sapos brincones, hacían croac-croac. Las ciruelas colgaban de los huertos, y dónde los últimos guajes rojos de la temporada, colgaban aún como invitándola a usarlos para preparar el delicioso guach-mole con carne de puerco que tanto le deleitaba a su difunta madre, antes de secarse por completo. Marcelita alargo la mano y tomo un buen puño de ellos y se los echo en el regazo dónde los envolvió con su roído rebozo. Cuando lo vio.

Felipe la miro por unos segundos como si solo hubiera visto el paisaje, y siguió su camino, con esa facha orgullosa del hombre noble, trabajador y triunfador. Marcelita se había quedado muda literalmente, se quedo de una sola pieza, ¡Jamás en su vida pensó verlo ahí, en carne y hueso; el dueño de sus ensoñaciones tenia por fin una presencia física, estaba conmovida! Felipe volvió a mirarla por unos segundos indiferente, pero para Marcelita esa mirada insignificante le había parecido el reflejo del amor, verse en sus ojos aunque fuese por unos segundos le habían significado no solo la gloria si no la eternidad misma. ¡Desde ese preciso momento Marcelita sabia que jamás volvería a ser la misma de antes!

Para Marcelita la visita al pueblo de Felipe, como le había dicho su comadre Juana que se llamaba el gallardo joven, hijo de los Meléndez, una de las familias más ricas del pueblo, era el umbral de lo que ella consideraba la felicidad completa. Desde ese día jamás volvió a faltar a misa de 6, la posibilidad de verlo por lo menos le había inoculado a su vida otra dimensión a su triste vida: una ilusión, la que jamás había conocido si no hasta que le había visto bajando el camino real esa tarde cuando la lluvia había caído torrencial y los reflejos de la figura de Felipe en los charcos de la lluvia le habían parecido como las figuras celestiales semejantes a las que estaban en los vitrales de la iglesia. La vida de Marcela había cambiado para siempre.

Amanecer, mediodía y anochecer se habían convertido en Marcelita en un estorbo, solo ansiaba que fueran las 6 para verlo, y así lo hacía religiosamente, dejo de ser atenta con Justo, ya nada le importaba más que esperar a que dieran las horas de la misa. Subía siempre rauda por el camino, ya no recogía tréboles, ya no miraba los guajes colgando, ya no saboreaba las ciruelas de los huertos ajenos, ya no brincaba los charcos de la lluvia, solo pensaba en Felipe , en regocijarse de su presencia, de su hermoso traje ahora negro, ahora blanco, ahora nuevamente negro, pero siempre impecable y gallardamente guapo, los ojos azules de Felipe le parecían el reflejo de la más dulce agua cristalina que solo había visto en el manantial que se formaba bajo las piedras de la pared de la barranca dónde la gente del pueblo había llevado un día a la virgencita de la Asunción para hacer el milagro de nacer agua durante una dura época de secas y si, el agua empezó a brotar y una pequeñita imagen a semejanza de la virgen original, se había apostado en un pequeño nicho como reina y vigilante del pequeño manantial.

Pero un día el milagro se hizo, Felipe por primera vez en muchas semanas se había fijado en ella de nueva cuenta, pero ahora la había visto con un destello de luz, sus ojos brillaron o eso le había parecido a Marcelita, que tímidamente se atrevió a sonreírle. Felipe correspondió por unos segundos y siguió su camino. Pero eso había bastado para derretir su frágil corazón, ya se sentía enamorada, profunda y perdidamente enamorada de Felipe.

A Justo empezó a parecerle rara la actitud de su esposa, pensó para sus adentros que no había sido lo suficientemente atento con ella y se lamentaba de haber sido tan egoísta y de haberle negado el dinero para comprarse el hermoso rebozo blanco que ella tanto le había rogado que le comprara ese ultimo sábado en la plaza del pueblo, día que las vendedoras de otros pueblos llegaban para ofertar sus más hermosas piezas elaboradas con mucho detalle y a mano. Justo pensaba ese mismo día darle el dinero a Marcelita para su nuevo rebozo, a pesar de que sabia bien de que no podían darse ese lujo ya que aún no era la época de cosechar el maíz y eran escasos sus recursos. Pero el amor por Marcelita era más fuerte que la expectativa de sufrir días de escasez. Así de enorme era su amor por ella. Y esa noche le deslizo suavemente el dinero bajo la almohada mientras Marcela dormía la placidez de la felicidad.

El firmamento se había puesto su manto más elegante, brillante de cientos de estrellas y Marcelita suspiraba mirándolas, una a una le parecían que le hacían guiños y le sonreían, la vida había vuelto a tomar un sentido especial, volvía a mirar los tréboles con ese cariño que siempre les había tenido, por que los consideraba de buena suerte y se regodeaba recogerlos a la vereda del camino, los sapos croando le volvieron a parecer maravillosos, ahora ya no había guajes, pero se regocijaba recogiendo nísperos en las huertas camino a la iglesia, le encantaba y le deleitaba quitarles la suave capa y chuparlos con frenesí, como saboreando la boca de Felipe, que asemejaba la pulpa del níspero carnoso y rosado. El deleite de los labios de Felipe le parecían el éxtasis, soñaba con estar entre sus brazos y se enroscaba al viejo pero frondoso laurel de la india, que frondoso gritaba a pulmón abierto su frenesí por la vida, ahí en esa conjunción de amor vegetal y humano, la felicidad parecía brotar inconmensurable tanto que al otro día el laurel parecía mas frondoso más aún, con ese verde lleno de vida que alegraba la vista de los campesinos que a su sombra se sentaba fatigados y agradecidos por su sombra.




Marcelita parecía henchida de vida, hacía las tortillas ahora con más alegría, hasta a Justo le parecía que todo estaba más sabroso que antes y le lanzaba de vez en cuando una sonrisa de aprobación y agradecimiento luego de comer esos deliciosos guisos que como jamás antes ahora le parecían manjares de los dioses a pesar de solo ser guisos sencillos; pero todo esa maravilla era el resultado de la felicidad de Marcelita y de su amor por Felipe, al que se imaginaba comiendo su sencillo guiso de huevo con chile y le sonreía mientras se llevaba el bocado a la boca, la imaginación de Marcelita no tenía limites y sólo vivía ya para Felipe.

Hasta ese día domingo, las campanas repicaron doblemente, eran las señales claras de llamado a boda y curiosa pensó quien podría haberse casado así de tan rápido sin haber corrido las amonestaciones de rigor. Se arreglo lo más linda que pudo, no podía darse el lujo de no ir a una boda, era motivo de gran algarabía en el pueblo, vacio casi desde que la gran mayoría de los hombres del pueblo habían emigrado a esa tierra tan lejana dónde la gente toda era de cabellos de oro y de ojos de mar. Presurosa tomo el delicado rebozo blanco recientemente adquirido, se aliso los negrísimos cabellos, tomo una punta del delantal y se limpio rápidamente los dientes blanquísimos. Se pellizco las mejillas y un rojo carmesí broto enseguida en respuesta al dolor.

Al igual que Marcelita, casi toda la gente subía presurosa al llamado a boda, Marcelita iba soñando que esa celebración pudiera haber sido la suya con Felipe, a la vez que tomaba esos tréboles de la suerte que tanto le fascinaban, formo un pequeño ramillete con ellos y feliz subió por el camino Real como lo habìa hecho durante toda su vida.

Vio a lo lejos en la entrada de la iglesia una gran algarabía, muchas personas bien arregladas con sus mejores galas, cuando la multitud se despejo un poco pudo ver al fin a la hermosa novia, una chica rubia y frágil, que jamás había visto nunca en su vida, pero le parecía como una virgen, su manto colocado con mucha delicadeza en su cabeza, le parecía que brillaba, le parecía el aura de una representación angelical, se sentía inmensamente conmovida, las lágrimas le salieron de sus ojos así tan naturales por haber sido testigo de una visión que le parecía del cielo. Así de noble y pura era el alma de la sencilla Marcela.

“¿Quién se casa?” …pregunto a la gente reunida cerca de la entrada de la Iglesia…”Felipe Meléndez…el hijo de don Castulo, con una hermosa forastera, al parecer se casan de urgencia por que ella esta embarazada…” …Marcelita, escuchaba esto y sentía que su corazón se le fragmentaba en mil pedazos, hecho a correr sin rumbo, perdida, se enrosco su largo rebozo blanco en el cuello , no tenía pensamientos suficientes para asimilar nada solo sentía el lacerante dolor de ver al amor de vida, al amor de sus ensoñaciones perdido para siempre. Corrió entre el mundanal de gente que llegaba presurosa por el camino Real, entre los caballos y las carretas y los carruajes, cuando sintió el jalón a su cuello… lucho por zafar su rebozo en un acto reflejo de las garras que lo aprisionaban de la carreta, pero sentía que poco a poco entre más luchaba por zafarse más se apretaba, …cuando el caballo enloquecido por la angustia de Marcelita se desboco…en ese momento Marcelita por primera vez en su vida, escucho su nombre, si …un grito desaforado le gritaba su nombre…”Marcela, Marcela”…alcanzo a voltear la cabeza en el mismo momento que esta chocaba contra las piedras del camino y si lo vio …era Felipe que gritaba su nombre,… con lágrimas en los ojos, anegados de sangre lo alcanzo a ver …pero Marcela jamás pudo responderle,…jamás.


Justo, lloraba en silencio frente al fogón, se enjuagaba las lagrimas mientras besaba y abrazaba el rebozo blanco, no tenia hambre, ya llevaba días sin alimentarse, la vida le parecìa sin sentido a pesar de escuchar el croac-croac de las ranas en el patio, y de ver la creciente de los tréboles en la huerta, los nísperos crecer como nunca antes, como esperando a que los labios de Marcela los volvieran a saborear.


Gabby

viernes, 22 de octubre de 2010

Adriana muerde el polvo





Adriana bajo del avión y el aire frío le golpeo la cara, rápidamente se coloco la hermosa bufanda roja que contrastaba elegantemente con sus hermosas botas de piel. Tomó un taxi que la llevaría al delicioso Hotel Wellington, en 871 Seventh Ave y 55th Street, precisamente en el centro de Manhattan, el centro de las inversiones mundiales y donde se agolpan los plutócratas y la clase adinerada. Se sentía triunfadora y como no, había nacido en medio de una familia sumamente humilde que había emigrado de uno de los pueblecitos cercanos a la Cd. de Oaxaca y ella había luchado contra la pobreza y contra las adversidades casi toda su vida, hasta que se graduó de la Universidad abierta, donde había estudiado la carrera de economía.

Había arribado a la conocida empresa de inversiones Marsh and Maclennan, un día que vio el aviso en el periódico solicitando a una persona con experiencia en el ramo financiero, la poca experiencia que tenia Adriana, fácilmente la sustituía con gran capacidad, aguda inteligencia y mucha constancia. La aceptaron en el puesto de inmediato por que a Mr. Davis, CEO a cargo del área de finanzas, mas que nada le urgía una persona para volverse a Nueva York, y a ella la había elegido básicamente por su excelente dominio del inglés, le hartaba que no le entendieran, o que medio masticaran su idioma natal…!Ah como sufría Mr. Davis cuando no lograba entender se con sus ayudantes pero llego Adriana con su excelente inglés y simplemente le encanto, ya dejaría de sufrir su oido! Además el tenia mucha aversión a aprender el idioma español, sin embargo más que nada tenia unas enormes ganas de huir de México por que había escuchado y leído tal cantidad de crímenes y secuestros, que realmente le tenia pánico a vivir en esta enorme ciudad, de hecho el había solicitado que no lo enviarán a México, pero ordenes son ordenes. Así que Adriana tuvo mucha suerte en ser elegida y supo aprovecharlo magníficamente. Y Mr. Davis se volvió a Nueva York, desde donde dirigía el área de finanzas en la sucursal en México por medio de Adriana.

Poco a poco se hizo sumamente indispensable en el puesto y llego a ser de todas las confianzas de Mr. Davis al grado de ser su mano derecha y obtener privilegios que Adriana jamás había soñado obtener, excelente sueldo, magnificas prestaciones, viajes recurrentes a la Cd. de Nueva York todo pagado y por supuesto un elegante departamento en Polanco, todo sustentado por la empresa trasnacional.

Sin embargo a pesar de tanto éxito Adriana se sentía sola, sus padres habían fallecido hacia algunos años, su hermana, su único pariente había vuelto a su pueblo natal, donde había conseguido un marido bueno y ahora había vuelto a sus raíces. Adriana detestaba visitarla por que su hermana había vuelto a hablar el chontal, y ella dejo de visitarla por ese hecho, quería modernizarse no quería retroceder, por que a ella eso le significaba volver a la pobreza que tanto odiaba.

Adriana a pesar de todo el dinero que ganaba en la actualidad era extremadamente controlada en sus gastos, era digámoslo abiertamente tacaña hasta el extremo, nunca dejaba propina, buscaba ofertas y difícilmente compraba algún articulo que no necesitara, gracias a su escrupulosa manera de gastar había logrado ahorrar en todos esos años una gran cantidad de dinero, pero también le gustaba alardear entre sus pocas amistades de su gran capacidad para hacer dinero y no pocas veces con claro propósito de presumir y para estar al nivel de sus compañeros de trabajo sacaba como no queriendo su enorme cartera de piel de Gucci, donde coleccionaba toda clase de tarjetas de crédito, las que no rechazaba en cuanto algún banco le mandaba alguna. Pero sin embargo tenía una gran debilidad: todo producto cosmético que la hiciera ser bella.

Y es que parte de la soledad de Adriana se debía a que era una mujer extremadamente fea, ese era su gran handicap que había logrado mantener bajo cierto control durante casi toda su vida, salvo en momentos clave donde su fealdad la relegaban en algunos sentidos, como el no ser solicitada para bailar en las reuniones o fiestas de la oficina, o de cuando acudía con alguna compañera o amiga a algún bar y ella tenia que regresar sola por que la amiga había conseguido compañía masculina y ella no. Eso a veces le pesaba demasiado.

Por eso el día que conoció a Germàn, un guapo recién egresado de la carrera de Finanzas de reconocida Universidad, y que había ingresado apenas hacia unas pocas semanas a la empresa, jamás pensó que ese hombre le voltearía su vida para siempre.

Germàn no pasaba día que no le llevara algún regalo, que el chocolatito, que la manzana, que los dulces, que una rosa; Adriana simplemente estaba conmovida, jamás había recibido tales halagos, salvo en su cumpleaños cuando la gente bajo su cargo y el resto de los compañeros de su departamento le daban sendos presentes. Germàn empezó a hacerse indispensable en su vida sin sentirlo.

Un día Germàn, le dijo con mucha calidez que si podría salir con él a cenar alguna noche. Ella se quedo muda pero no lo dudo, acepto de inmediato. Y esa misma noche fue una de las más felices de Adriana, disfruto su compañía; él era extremadamente simpático, varonil e inteligente, tenía una plática deliciosa y era todo un caballero. Ya para esos momentos Adriana simple y sencillamente estaba enamorada. Por eso cuando Germàn le volvió a pedir salir y se le declaro esa noche, ella estaba conciente de que ya no podría vivir sin él, esa misma noche la consumación de su amor fue el hecho más sublimé en la vida de Adriana, Germàn no solo era un hombre atractivo si no que además era un experto en la cama, y esa noche ella se dio cuenta que estaba simple y sencillamente rendida a sus pies.

Un día, Germàn entro a la oficina y le pidió la autorización de unos cheques, Adriana saco la pequeña llavecita de su cartera y procedió a sacar la chequera de la caja fuerte, mando elaborar los cheques y enseguida los firmo; de todo ello Germàn tomaba nota escrupulosa y no perdía detalle alguno.

Así las cosas y conforme su enamoramiento avanzaba, Germàn empezó a darse total cuenta de cómo manejaba Adriana los caudales de su empresa, pero también poco a poco avanzaba dentro del corazòn de Adriana, hasta el punto que ella simplemente se venció por completo y ya no tenia secretos para él, ninguno ni siquiera en cuanto a los que todo empleado con ética debe mantener hacia su empresa.

Todo eso se le revertiría un día a Adriana cuando llegando a la oficina, la espera el mismismo Mr. Davis en persona, según le dijo nomás llegando su secretaria…”Mr. Davis la espera con urgencia en su despacho”…Adriana se sintió consternada, jamás Mr. Davis le mandaba avisar con la secretaria que quería verla, el era tan displicente, y tan atento que le daba atención personalizada y usualmente el acudía a saludarla a su propia oficina en cuanto llegaba de la Central de Nueva York; ahí ella sintió una especie de alarma por que también ya tenía algunos días que Germàn había solicitado permiso para ausentarse de la empresa por cuestiones personales…”Mi mamá se encuentra enferma y debo estar con ella pero regreso en cuanto se encuentre bien”…le había alegado a Adriana y ella lo entendió perfectamente a pesar de que el no le contestaba las llamadas a su celular, pero pensó que posiblemente debía estar con su mamá en el hospital, allá en Monterrey y le era imposible contestarlas…

Entro a la lujosa oficina de Mr. Davis, el cual ya la esperaba con otras dos personas más, el Lic. Morales, abogado de la empresa y Juan Othòn el contador en jefe, y otra persona de aspecto anglosajón, que le fue presentado en ese momento como asesor especial de la firma en la Cd. de Nueva York.

“Adriana, no quiero saber el motivo pero si quiero solicitarte regreses de inmediato los 5 millones de pesos que hacen falta en los activos de la empresa, de cualquier manera interpondremos una acción jurídica en tu contra pero seremos benignos si vemos ese dinero de vuelta en nuestra cuenta en estos momentos”. Adriana, sintió que el aire se le escapaba, sintió que el piso se le movía,…estaba tan aturdida que pensó que estaba temblando y que el edificio no tardaría en caerse…sin fuerzas se dejo caer en uno de los acogedores sillones Mortòn, que se encontraban a un costado de la entrada de la oficina para tomar aire, no sabia lo que estaba sucediendo, pero algo grave estaba pasando.

“Mr. Davis, no comprendo honestamente lo que me esta diciendo… ¿Cuál dinero he tomado? …”todo esta en orden, todo lo llevo de manera estrictamente correcta”…Mr. Davis simplemente dejo caer frente a sus ojos una carpeta llena de pólizas de cheques, su firma aparecía en una gran cantidad de cheques todos para la misma empresa…”Jamás elaboré tales cheques, debe haber un error, algo raro esta ocurriendo…”….pero Mr. Davis solo hizo una señal, y aparecieron dos guardias de seguridad, que la tomaron de la mano y se la llevaron fuera de la oficina.

Adriana se encuentra presa, pero aún a pesar de todo, su cerebro no lograba comprender todo lo que su abogado le había contado….”Adriana es claro que falsificaron tu firma, sospechamos de Germàn, era de tus confianzas, es claro que es el…”… Adriana lo escuchaba como en un eco lejano, como si estuviera ante una película de trama fraudulento y que esa película se acabaría tan solo apagando el receptor.

“Por cierto otra mala noticia, llegaron los estados de cuenta de tus tarjetas de crédito y de tus ahorros, Adriana, parece que te vaciaron las tarjetas y….”…Adriana ya no quiso escucharlo más y sólo dijo…” ¿Dónde esta el control remoto, ya no quiero ver esta horrible película?”

Adriana habìa mordido el polvo y de que manera.

Gabby

ÀFRICA




La verdadera izquierda se encuentra dentro de cada uno de nosotros, de aquellos que simplemente se sienten comprometidos con la sociedad, con sus conciudadanos, con los que sienten la necesidad de salir adelante, pero también la desean para sus congéneres.

Sin embargo nuestra idiosincrasia no nos ayuda demasiado, somos una nación donde el conformismo impera sobre nuestras voluntades, somos una nación del "ahí se va", del "para mañana", "al ratito", esa idiosincrasia es la que nos ha afectado y hay que decirlo con mayúsculas. Mientras esa manera de pensar sobrepase nuestros deseos, nuestras ilusiones, nuestras esperanzas, seremos un pueblo vencido por sus propios pecados y sus propias indecisiones.

No puedo alegar mucho en cuanto a que yo si soy diferente, tengo que admitir que la frustración de ver quebrar mi anterior negocio y caer en deudas, me afecto demasiado, me sumergí al igual que muchos de nosotros en ese espiral de conformismo del vivir al ahí se va durante un buen rato, sin embargo nunca es tarde para remontar nuestro anterior vuelo, tomar por asalto nuestras esperanzas, nuestras ilusiones y andar camino nuevamente.

Y esa debería ser la tónica general, no solo como una meta si no como un medio de sobrevivencia, el no conformarse, el intentar conseguir lo mejor de todos nosotros en todos los ámbitos no solo el económico si no también el de la superación intelectual, física y emocional.

Me decía mi hija menor hace algunos años, cuando desde pequeña y viendo mi cariño y mi respeto hacia los animales..."Mamá quiero ser veterinaria para un día trabajar en un Zoológico pero primero quiero un año sabático luego de terminar mi carrera y quiero ir a África a conocer de cerca a los animales salvajes en su hábitat"...en esos años me parecía tierno sus pensamientos, las ilusiones de una niña pequeña que busca encontrar su destino.

Y ahora recién me pregunto que como la veía yo a futuro y se lo recordé..."Hija te veo viajando al África como cuando de pequeñita me decías que esa era tu ilusión y debes luchar por ello, buscar cumplir tus ilusiones y tus esperanzas”

Y si, nos hemos prometido ambas luchar por esa ilusión y nos hemos prometido también, viajar juntas en la primera oportunidad que tengamos para cumplir ese sueño que ella tiene.

Esa es mi promesa para mi hija y esa a su vez es su promesa para mi: Haremos ese viaje juntas madre e hija al continente dónde surgió el primer ser humano pero también, dónde la vida vive el regocijo de su plenitud: África.

Los sueños finalmente no tienen que quedarse en ello, como cuando le contaba a un gran amigo mío, mi querido Bernie, acerca de motivar ese sueño no como una ordenanza mía o una complacencia mía, si no de motivar para intentar cumplir una ilusión que mi hija tenia desde niña y yo pues soy la principal motivadora de ilusiones en sus vidas...finalmente para eso soy su madre.

Pero volviendo al tema de la izquierda, creo y considero que todos los ciudadanos mexicanos, somos capaces de mucho y más, no me los imagino pensando siempre en el conformismo como su estilo de vida. Los imagino como a mis hijas, soñando por conseguir sus sueños, pequeños o grandes pero finalmente surgiendo de esa mansedumbre y volando como aves fénix y todos buscando su propia África.

Gabby

martes, 12 de octubre de 2010

BELLA Y PELIGROSA O LAS DEUDAS ESTUPIDAS





Era ya la tercera vez ese mes que Alfonso lo hacia, no sentía ningún remordimiento aunque por segundos, solo unos segundos sintió algo similar a un pequeño remordimiento, pero movió la cabeza y se dijo a si mismo que se lo repondría, si no esa quincena a la otra, y que Elena su esposa, tendría que aguantar, finalmente era su esposa y era su deber.

Pero la verdad es que Alfonso estaba robándole a la tarjeta de Elena desde hacia un mes, era su ultimo recurso ya que Meche, la hermosa cubana que había conocido apenas recién en el Bar que frecuentaba y al que ella había llegado de repente hacia tan solo unas 8 semanas, se lo exigía, y Meche era una mujer que no podía resistir Alfonso, simplemente no podía creerse su buena suerte de que una mujer de la talla de Meche, se hubiera fijado en èl, un oscuro oficinista de una pequeña empresa.

Tomo el dinero del cajero y se alisto a ir a ver a Meche, la que ya lo esperaba en su departamento, moría Alfonso literalmente por sus besos y tan solo recordar las caderas de Meche en movimiento en el tubo del tabledance, lo ponían simplemente al borde del infarto, en realidad Alfonso estaba obsesionado por ella, desde que ella se le acerco en el bar y le dijo que era el tipo mas atractivo que había visto en su vida y que ella necesitaba un macho como èl para ser feliz, Alfonso se la trago todita, no tenia materia gris para comprender que ese era precisamente el trabajo de Meche la hermosa cubana, el de manipular a los hombres a su antojo.

Ella lo recibió con un pequeño vestido blanco, la visión de las curvas de Meche lo dejo parcialmente estupido, tanto que no se percato que un tipo salía rápidamente y pasaba a su lado casi empujándolo, pero no le intereso, vio los dientes blanquísimos de Meche y el adivinar que no había nada de ropa interior bajo ese entalladísimo vestido, lo tenían de verdad casi como un títere, como plastilina a la que Meche moldeaba con siniestra voluptuosidad.

Al llegar a su casa alrededor de la media noche, su esposa lo esperaba despierta, se leía un dejo de angustia en su mirada, a pesar de lo tarde que era, ella no se atrevió a reclamarle nada ya que otra situación la tenia sumamente intranquila …”Poncho, me llego el estado de cuenta del banco y vi que hay 3 retiros de mi tarjeta, ¿Los tomaste?¿Para qué lo usaste?¿Por qué no me dijiste nada?...le espeto directamente a la cara nomás entrando. Èl se puso de inmediato agresivo, venía de estar con la mujer más hermosa del mundo y su esposa le estaba echando a perder el sabor de Meche que aún tenia impregnado en los labios, y en todo su cuerpo.

“Que te importa Elena, tuve gastos imprevistos, ya te lo repondré, ahora no me estés chingando que tengo jaqueca, el maldito de Gutiérrez me esta cargando la mano, ahora todo lo estoy haciendo yo, y no me cuadraron las malditas declaraciones, dame de cenar” dijo en tono tan despótico que Elena, casi quiso abofetearlo, pero se contuvo, confiaba en el, pero esta vez ya era demasiado dinero el que había tomado, ya en épocas pasadas tuvo la familia de su esposo una mala racha económica, y Alfonso había hecho lo mismo pero había pedido un préstamo en su trabajo para ponerse al corriente con las tarjetas de ella, y esta vez tendría que ser igual, pensaba ella para sus adentros, en un acto reflejo de auto esperanza que duro pocos segundos, sin embargo el monto de lo tomado esta vez, era 3 tantos más de lo que había tomado la otra vez y el sueldo de su marido era demasiado bajo para poder pedir un buen préstamo, además aún debía a su empresa algunas mensualidades de ese préstamo que había utilizado para apoyar a su familia.

“Alfonso, entiende, estoy preocupada, por favor, dime como lo vamos a resolver, necesito me digas que hacer por que ya tengo que pagar ese dinero que tomaste, antes del día 5, si no van a aumentar intereses y no se que pueda pasar”…Elena estaba realmente al borde de la angustia y Alfonso comprendió que si quería cenar, tenia que tranquilizarla…”Elenita, no te preocupes, ya veremos como le hacemos, le pido a Gutiérrez otro préstamo y ya, ya veraz que lo solucionamos”…y le dio un beso en el cachete que dejo a Elena algo tranquila y con ganas de servirle el atole de avena que también le había servido a los niños horas antes y le acerco también la concha de chocolate que tanto le gustaba merendar a su marido.

Esa noche Elena quiso prenderse de los brazos de su esposo, pero este le dio un leve empujón con el codo y simplemente se durmió.

“Alfonso te pedí que me trajeras los 5 mil pesos que te pedí, necesito pagar el tratamiento de mi madre, recuerda que dijiste que me apoyarías, dime si lo harás por que Adrián si me lo quiere dar” le dijo Meche esa noche en el Bar, mientras volteaba a ver a Adrián, que era un gordo que frecuentaba el bar apenas recién llego Meche, se podía ver todo el interés que tenia por ella y Alfonso se acongojo. Adrián era un tipo que se veía que ganaba más que èl, lo había visto subirse en su auto, cuando coincidieron en algunas ocasiones a la salida del bar y traía un carro del año, de los más lujosos, y recordó al momento a su viejo Chevy gris que ya necesitaba una buena afinación y que ya daba algo de lata.

“Meche mi amor, te prometo que mañana o a mas tardar pasado te lo tengo, por favor tenme paciencia” le dijo Alfonso a una Meche que tenia una cara que el no le había visto nunca y eso lo asusto, la sola idea de perderla, lo volvía loco, lo enfurecía y lo entristecía al mismo tiempo. Y lo volvió a hacer, esa misma noche, saliendo del bar “Los infiernos”, se dirigió al primer cajero que encontró, en la Av. López Mateos, esa pequeña tarjetita dorada, era su salvación y nuevamente no sintió ningún remordimiento.

Al otro día, Meche le esperaba ahora con un entallado vestido rojo, con un maquillaje súper recargado y una melena bien arreglada, Alfonso le encantaba el olor de su perfume, no sabía identificar el aroma de las flores, pero supuso que era de los perfumes más exóticos que jamás había tenido la oportunidad de disfrutar, y recordó que a Elena nunca se había comprado ningún perfume a lo más que olía era a jabón escudo que era su favorito. Y vio el perfume sobre la repisa, le parecía la botella más hermosa del mundoa pesar de ser de una marca tan corriente y en ese momento se prometió así mismo comprarle un perfume similar a Meche para la próxima ocasión, y estaba tan sumido en sus pensamientos y en su arrobamiento por Meche que no volvió a percatarse siquiera que de nueva cuenta otro sujeto salía del departamento nomás llegando él. Ese era el verdadero trabajo de Meche y el parecía entenderlo todo pero mientras Meche le diera su cariño y su dispensa, el era feliz, no pedía nada más. Meche era la mujer que el soñaba tener desde cuando niño le robaba a su padre las revistas del conejito y se deleitaba con las hermosas mujeres que su padre escondía celosamente bajo el colchón, para regresárselas al otro día mientras su padre dormía la mona.

Apenas hacia una semana que Alfonso le había dado otros 5 mil pesos a Meche y ella ya le había pedido otra cantidad ahora más grande, la enfermedad de su madre, la tenia catatonica, furiosa, a punto de mandar todo a la chingada, según ella misma le había dicho; Alfonso esta vez no sabía que hacer y le pidió un día para conseguírselos. Alfonso ahora si estaba en un dilema, si Meche lo dejaba, si él dejaba de ser su favorito, seguramente moriría y se soltó a llorar como un niño.

“Lic. Gutiérrez, quería pedirle un enorme favor, mire usted, tengo a mi niño más chiquito muy grave, y necesito 5 mil pesos urgentemente, bueno diez mil, se que aún debo a la compañía 3 mil pesos del préstamo pasado, pero esta es realmente una urgencia, por favor ayúdeme se lo pido de favor”…sin embargo su jefe se negó, le explico que de acuerdo a las políticas de la empresa, no podía aunque quisiera, autorizarle otro préstamo por que aún debía el anterior, y además, apenas tenia un año en la empresa y aún no tenia la antigüedad suficiente para otorgarle otro, que lo sentía, lo lamentaba y que lo más que podía el hacer, conmovido por el sincero dolor que Alfonso fingía, era prestarle de su bolsillo mil pesos que traía en ese momento. Alfonso se quedo patidifuso, tieso y molesto, como era posible que su jefe le estuviera negando el préstamo, a él que siempre había sido puntual al trabajo y nunca faltaba, salvo 3 ocasiones desde que había entrado a ese empleo. Pataleo, casi lloro pero ni aún así, logro conmover a su duro jefe, conocido en la empresa precisamente por ello. Salió de la oficina del jefe, recordar a la madre de éste y deseando que se murieran ambos, el por negarle el préstamo y ella por haber parido a un hijo tan infeliz.

Tomo camino a su casa meditando que hacer, dónde podría obtener el dinero para complacer a una Meche cada día más exigente, el tenia en sus manos ya su quincena mermada por el préstamo y que no era ni siquiera 4 mil pesos, y lo recordó, si, a su esposa le depositaban por tarjeta de débito y no lo dudo. Esa noche llego más temprano que de costumbre, beso a Elenita con mucho cariño, la abrazo y le dijo que la amaba, Elena conmovida, se fue a calentarle la cena, el mole de olla que tanto le encantaba a su marido y salio rauda por la coca cola que era otro de los vicios de su esposo, se sentía encantada de verlo tan cariñoso que hasta se le estaba olvidando la angustia que sentía por no haber podido depositar nada a los bancos, sin embargo pensaba abonarles aunque fuera 3 mil pesos al otro día después de sacar su sueldo en el banco.

Ya eran la 1 de la mañana y Elena roncaba a su lado, apenas recién había desarrollado apnea, Alfonso le había dicho que tenia que bajar de peso que últimamente ya la veía mas gorda que antes pero Elena se sentía igual a pesar de que ya no le quedaban las faldas que había adquirido el año pasado, y se había tenido que comparar poco a poco nueva ropa con talla más grande. Salio sigilosamente del edificio de departamentos dónde vivía en la Unidad Habitacional, recordó que había un cajero a 5 calles de ahí sobre la Av. del trabajo, había tomado de la bolsa de Elena su tarjeta de débito donde le depositaban el sueldo, esta vez si sintió remordimientos, pero los borro de su mente pensando nuevamente en los turgentes y enormes senos de Meche, que parecía el maná de la felicidad y que no debía ni podía siquiera dejar de acariciar, estaba convertido simplemente en un adicto, si es que los hombres realmente se pueden convertir en guiñapos humanos al servicio de una meretriz.

Vio el dinero que salía del cajero, esa caja mágica que se había convertido en su cómplice, su amigo, su protector y le dio un beso a la pantalla, la abrazo y le agradeció su apoyo, le dijo hasta compadre y salio borracho de felicidad, rumbo al departamento de Meche. “¿Qué haces aquí Alfonso?” le dijo una meche molesta y torciendo la boca,…”te traje el dinero querida Meche, mira aquí esta todo, diez mil pesos para ti, mi reinita linda”…Meche simplemente tomo el dinero y se lo metió en el seno izquierdo,…”Muy bien, ahora lárgate Alfonso que estoy ocupada”…”¿Pero mi amor, pensé que hoy…”…”Nada, nada, no te cite para hoy, lárgate ahora que estoy muy ocupada”…y en eso salio Adrián el ridículo regordete de traje ajustado que casi reventaba los botones, y que también le traía ganas a Meche…”Que te largues, ya te lo dijo la Señorita, o qué, ¿quieres que te saque? Alfonso se enfureció al verle, no podía creer que estuviera ahí, pero realmente Adrián era un tipo gordo y enorme, y sintió miedo, finalmente se retiro suavemente hacia atrás y casi la puerta le pega en las narices.

El aire de la madrugada le había pegado en el rostro a Alfonso, las luces de un lejano farol, le parecieron como luciérnagas, sentía que flotaba y una profunda decepción, y una enorme tristeza, le inundaban el alma, realmente había llegado a amar a Meche o tal vez nomás estaba obsesionado por ella, pero lo que si sabía era que ya no podía vivir sin ella, la vida no sería la misma, diviso a lo lejos las luces de un auto que se adivinaba venia a gran velocidad aprovechando la ausencia de tráfico y se decidió, lo espero y cuando calculo que lo tenia a solo unos pocos metros, se aventó simplemente.

Elena,se ha quedado con las deudas, 20 mil pesos, era mucho dinero para ella, y ya no pudo pagar, llamo al banco para pedir una prorroga pero una voz indiferente le dijo que simplemente no podía negociar con ella, que debía pagar. Triste colgó el teléfono, camino hacia la cocina donde ya preparaba nuevamente el atole de avena para sus dos pequeños, cuando el teléfono volvió a sonar, corrió a tomar la llamada, “Tal vez es Alfonso, tal vez solo es una horrible pesadilla”,- se engañaba así misma, pero sabia bien que Alfonso jamás regresaría, ya tenia dos semanas que le había tirado la florecita blanca en su ataúd y había derramado litros y litros de lagrimas por el, …pero aún así corrió a contestar la llamada…pero era nuevamente de Bancomer y no tenía para pagar.

Gabby

lunes, 11 de octubre de 2010

Entre las Deudas y la Pasiòn: Malena





Malena, llevaba días deprimida, parecía un robot, una autómata, como diría Descartes una “machinae anímate”. Ella sabia el porque se sentía así, pero ya le valía, su esposo había vuelto a engañarla y ella lo sabia muy bien, desde el día que su esposo olvido el celular…y sonó, no quiso leer el mensaje pero en la carátula del cel, decía, “te quiero”.

Daba vueltas en la cama y al fin se levanto, llevaba días sin querer bañarse, ni peinarse, se la pasaba viendo esos programas que anunciaban productos milagrosos, luego se aburría y le cambiaba a los programas de detectives que resolvían crímenes y salvaban al final a la bella de la serie, en su ensoñación ella se imaginaba ser esa hermosa mujer que era rescatada de las garras de los violadores o de los secuestradores.

Finalmente una llamada insistente la alerto, le puso los pelos de punta y no hallo otra cosa mejor que hacer que taparse completamente con las sabanas hasta la cabeza, sonó la contestadora y escucho de nuevo esa voz chillona que ya la traía asoleada…”Sra. Malena, no se esconda debajo de las sabanas, sabemos que ahí esta y eso no le ayudara, pague ya, o la vamos a ir a sacar de debajo de las cobijas y la meteremos al bote”…estaba harta ya, las deudas con el banco la ahogaban, por mas que había hecho lo posible por salir de esas deudas no había podido, casi toda su quincena se le iba en pagarlas, y su marido se hacia el tonto en cuanto a ayudarla a salir de esas deudas de las cuales el contribuyo, ..”necesito esas llantas Malenita, ya sabes que traigo las llantas lisas y un día de estos ya no vivo para contarlo, da el tarjetazo”…le dijo ese día su marido, como a el no le habían autorizado tarjeta de crédito por un adeudo que tenia desde antes de casarse y estaba reportado en buró de crédito, le cargaba todas las urgencias a la única tarjeta de crédito que tenia Malena, pero esta vez si ya no pudo seguir pagando, su marido se había hecho menso cada que ella le exigía que le ayudara a pagar ese adeudo, pero el decía que habían hecho recorte en la empresa y a los que no habían corrido, les habían disminuido el salario y que pues no le alcanzaba, que ella ganaba mas que el, que lo comprendiera, que para la otra quincena se ponía a mano, pero esa quincena jamás llegaba, y Malena sabia que no la ayudaría por que ahora para colmo tenia una nueva amante y en ella se le iba el salario.

Estaba harta de su vida, de la compañera de trabajo que lloraba por todo, de un jefe rabioso, y libidinoso que siempre le miraba los senos y las piernas cuando la llamaba a su despacho y le pedía que le tomara dictado. Estaba harta de la señora que se colaba al edificio a vender cualquier chucheria y que la hostigaba hasta el hartazgo para que le comprara Avòn, ropa o perfumes. Estaba hasta el copete de su trabajo mediocre que apenas le daba para medio pagar deudas, comprar algo de despensa y pagar sus pasajes. Estaba harta de contestar el teléfono por que sabia que de esas múltiples llamadas, la mayoría eran para ella por parte de los bancos, estaba harta del ojete de su marido, harta de su hermana que seguido le pedía prestado, harta de su madre que le llamaba solo para reclamarle que no le ayudaba en nada, -“¿pero como?” decía la pobre de Malena, apenas y alcanzaba para ella, estaba harta de la vecina cochina que tiraba la basura en la esquina, estaba harta de todo.

Esa mañana, se levanto temprano aún antes que amaneciera y que su marido se fuera a trabajar, tomo camino sobre las oscuras calles, dónde ya gritaban las tamaleras afuera de las estaciones del Metro, de los voceros que expendían sus periódicos con las mismas noticias de siempre, estaba harta de AMLO de Felipe Calderón y del maldito Bicentenario, finalmente a ella la revolución y la Independencia no le habían hecho justicia, seguía miserable como siempre, desde que nació siempre había recordado esa horrible pobreza en la que vivió en una vecindad de Tacubaya, en un oscuro cuartucho donde su pobre madre, los había llevado cuando su padre los había abandonado, y harta de recordar el dolor que sentía cuando su mama salía muy linda y arreglada por las noches y que al otro día había despensa llena, medias nuevas para su mamá y uno que otro juguete para ella y su pequeña hermana a la que solía cuidar por las noches cuando su madre salía y ella moría de miedo en ese conspicuo lugar que se le asemejaba el quinto infierno.

Caminando, por las laberínticas calles y luego de horas de caminar, llego al mercado de San Juan, dónde el olor a tacos, a caldo de pollo y a tamales le despertó el hambre, y vio a Pablo el le sonreía muy alegre y solo le dijo: “¿te sirvo una rica pancita?” “veras que te alegrara el alma, por que panza llena corazón contento” –le dijo el regordete y simpático hombre que vendía desayunos en el mercado. Mientras desayunaba el le iba contando su vida,…”soy viudo y mis hijos ya están grandes, un tio mió acaba de morir y me heredo un terreno en las playas de Oaxaca, y yo no quiero irme solo, quiero una mujercita linda y hacendosa que me ayude a poner el restaurante, y ya luego irnos a tostar a las playas, tumbados en las hamacas”, ella lo escuchaba y aunque ya había acabado su desayuno, no quería moverse de ahí, ¡se sentía tan a gusto con ese hombre! Y de repente se imagino ella entre sus brazos, arropada por el cariño que desprendía Pablo, se imaginaba sus manos, mientras el le acariciaba sus negros cabellos y le daba un tierno beso, se imagino entre sus brazos y entre sus piernas y ya no pudo más, sintió un ligero orgasmo que no había tenido en mucho tiempo, en meses, desde aquella vez que se entero que su marido le había puesto el cuerno por primera vez. Y no lo pensó más…estaba a punto de decirle a Pablo que ella quería irse con el a las playas de Oaxaca, cuando…el sonido del maldito teléfono la despertó, eran los malditos bancos nuevamente y ella aún seguía en la cama, con la misma ropa de ayer, con las medias jaladas y toda despeinada, su viaje a la hermosas playas de Oaxaca con aquel regordete pero simpático hombre se había esfumado, seguía en su pequeño departamento, en la misma cama y con el mismo hombre infiel, odiaba su vida pero no tenia de otra, el trabajo, los cobradores bancarios, la vecina cochina, la vendedora hostigosa y su compañera que lloraba todo el tiempo la esperaban.

Gabby