domingo, 31 de octubre de 2010

La muerte alegra en la Tierra de Los Conejos




(Foto de la Iglesia de la Tierra de Los Conejos, Edo. de Morelos,Mèxico)




Marcelita llego de dejarle el taco a Justo, venia cansada sudando la gota gorda por el calor inclemente que ya se había asentado en la comarca desde hacia varios días, el agua escaseaba y la temporada de secas ya había hecho su aparición, el rastrojo permanecía en el campo en espera de ser llevado a los potreros para alimentar a los caballos que alegres corrían mordisqueando aquí y allá las ultimas hebritas de pasto verde que aún languidecían en el campo.

Había parado de llover, los tréboles habían desaparecido ya hacía días, el bochorno era inclemente y Marcelita sabia que si quería agua tenía que ir hasta el manantial, que vertía sus frescos efluvios en el fondo de la barranca. El hermoso cántaro de barro que su tía Raymunda le había regalado era el recipiente ideal para esa faena que le encantaba a Marcelita porque aprovechaba las idas al manantial para refrescarse los pies en el cuescomate, que se formaba de las aguas que se filtraban de otras paredes de la barranca.

Marcelita había tomado su rebozo y se había cubierto con el la cabeza, para protegerse de las altas temperaturas y ya había tomado rumbo hacía la Barranquilla, cuando le salio al paso su comadre Juana..."Ea Marcelita que vengo urgente a verte,...tu Tía Raymunda esta malita...muy malita y se nos muere". Marcelita no pudo evitar soltar el hermoso cántaro decorado a mano que su tía le había traído de su ultimo viaje a Taxco, y este se fragmento en mil pedazos como el sentimiento de angustia que en ese momento se apodero del alma y cuerpo de Marcelita; su tía Raymunda había tomado el lugar que había dejado su difunta madre el mismo día que esta había fallecido...Raymunda era su madre ahora.



Corrió tras la comadre Juana, sintiendo una angustia en el alma que no la dejaba ni respirar, no la dejaba pensar lo suficiente, el único pensamiento que se le venia en ese momento era uno sencillo pero fundamental para ella..."¿Que voy a hacer sin mi tía, que será de mi, Dios mío no me la quites, no me la quites, es lo único que me queda en esta vida"...sangraba su alma al mismo tiempo que esos tristes pensamientos se le agolpaban en su mente como un tropel de reses desbocadas como esas mismas, que un día vio que venían alocadas por el camino de San Javier y que la obligaron a treparse por las piedras que circundaban el camino, y que le habían causado tal pánico que desde ese momento cada que veía una manada de reses subiendo por el camino Real camino a sus corrales, huía despavorida por calles aledañas. ¡Ah como recordaba el miedo cerval que le tenia al "loco" el enorme toro Cebú, el más grande de la manada de Don Porfirio!

Marcelita se lanzo a los brazos de su tía, nomás abriendo el enorme portón que tenia por entrada en la vivienda; las lágrimas corrían vivas por sus mejillas llenas de polvillo del camino formando pequeños surcos negros. Su tía la observaba sin articular palabra, pero en su mirada se veía el vació de una alma atormentada y un profundo dolor, ese sentimiento que solo produce la triste visión de saber que la vida ha tomado un derrotero que no se puede cambiar y que tarde que temprano se tendrá que abandonar...Raymunda estaba vencida, ya no quería seguir viviendo más y ni siquiera el inmenso amor que le tenia Marcelita la conformaban. Raymunda alargo con mucha dificultad su mano izquierda, ajada por el tiempo y el esfuerzo de muchos años lavando a mano enormes pilas de ropa y le acaricio tierna y delicadamente la mejilla, en ese momento Marcelita pudo ver en los ojos de su tía, unas pequeñas lagrimas que gozosas salieron por fin, tomo su mano con mucho cariño y la lleno de besos, pasándoselas por el rostro una y otra vez..."¡No te vayas tía amada!, ¿que voy a hacer si te vas?"....pero Raymunda dejo caer la mano y un suspiro brotó finalmente del fondo de su cuerpo. La muerte parecía la eterna amiga de Marcelita.

El mole ya hervía en el fondo de la primorosa cocina de piedra que su tía siempre tenia impecable, la comadre Juana presurosa lo movía con mucho cuidado para que no se pegara, mientras llenaba con Jerez unos minúsculos vasitos de barro y se los daba a Tonchi, su hijita de 12 años, que solicita iba y venia con la bandeja para volverlos a llenar, los vecinos y familiares se habían apoltronado en el patio y algunos más estaban junto a la tía Raymunda que había sido colocada en el petate sobre una cruz blanca de cal, que había dibujado con mucho cuidado Don Fausto, el rezandero del pueblo. Flores iban y venían, la letanía del ave Maria, se escuchaba hasta el fondo del huerto donde se había refugiado Martín, el esposo de Raymunda, con los ojos secos y una culpa que no le dejaban moverse, se veía como esas estatuas de los leones que cuidaban la fuente de la Iglesia, como en la Alambra de España, así todo quieto.

Juana por fin empezó a mandar los platos con mole y arroz; Doña Julia se apresuraba a moler mas masa para preparar mas tortillas; la gente no dejaba de venir y ya tenían hambre, mucha hambre; el olor del juagillo, del chile ancho, del chile pasilla, y los cominos y los clavos, se podían disfrutar apenas dando vuelta por la cantina de Las Malqueridas y no se podía resistir, así que la gente, apresurada corría por flores y veladoras para ir a presentar el pésame a Martín el viudo de Raymunda; ansiando poder disfrutar el riquísimo mole que solo Juana era capaz de hacer. ¡Era un verdadero deleite, manjar de Ángeles y Dioses!

Marcelita veía todo eso taciturna, las lágrimas se habían secado de sus ojos pero aún su alma lloraba por dentro y podía sentir de repente esas ganas de ahogarse que le impulsaban a gritar pero pues ella no podía hacerlo, difícilmente podía emitir sonidos. Veía a su tía que parecía dormida encima del petate y sentia el murmullo y risas de la gente que ya habían empezado a jugar domino y a contar chistes en el patio, una enorme ira empezó a circular por su mente , luego por su cuerpo y por fin salio brotando como una animal herido..."¡quienes eran esas insolentes personas que no respetaban su dolor que se divertían, comiendo y gozando por el dolor de la muerte de la persona que mas amaba, su madre, su confidente, su roca!".

Salio corriendo al patio y todos los presentes la vieron, quisieron entender lo que decía pero no pudieron... ¡Ah pobre Marcela, la sorda y casi muda! ¡Solo risa y pena causaba por que no se le entendía!...pero Juana si comprendió y presurosa dejo un momento el mole y el arroz y corrió a tomarla entre sus brazos..."Querida mía, tranquila, la gente no se burla de la muerte de Raymunda, celebra que ya no esta en este mundo, sufriendo como lo hacia; esto es un gozo, una celebración de la vida después de la muerte, así es y será por siempre desde el comienzo de los tiempos aquí en la tierra de los conejos".

Marcela se apretó fuerte muy fuerte a las delgadas carnes de Juana y suspiro, es verdad; así siempre había sido en la Tierra de los Conejos, como era su lo que significaba el nombre del pueblo en Náhuatl y dejo de llorar por unos momentos; tomo su triste y raído rebozo y se lo volvió a acomodar sobre su cabeza y su rostro para ocultar su dolor y su enorme tristeza. La gente de la Tierra de los Conejos, festejaba la partida de su tía mientras ella moría por dentro.

4 comentarios:

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Anónimo dijo...

La gente tan ignorante ya no tiene remedio: aún cree en la virgencita de Guadalupe y en ese amigote imaginario que llama Dios.

Un abrazo para ti y Marcelita!