lunes, 11 de octubre de 2010

Entre las Deudas y la Pasiòn: Malena





Malena, llevaba días deprimida, parecía un robot, una autómata, como diría Descartes una “machinae anímate”. Ella sabia el porque se sentía así, pero ya le valía, su esposo había vuelto a engañarla y ella lo sabia muy bien, desde el día que su esposo olvido el celular…y sonó, no quiso leer el mensaje pero en la carátula del cel, decía, “te quiero”.

Daba vueltas en la cama y al fin se levanto, llevaba días sin querer bañarse, ni peinarse, se la pasaba viendo esos programas que anunciaban productos milagrosos, luego se aburría y le cambiaba a los programas de detectives que resolvían crímenes y salvaban al final a la bella de la serie, en su ensoñación ella se imaginaba ser esa hermosa mujer que era rescatada de las garras de los violadores o de los secuestradores.

Finalmente una llamada insistente la alerto, le puso los pelos de punta y no hallo otra cosa mejor que hacer que taparse completamente con las sabanas hasta la cabeza, sonó la contestadora y escucho de nuevo esa voz chillona que ya la traía asoleada…”Sra. Malena, no se esconda debajo de las sabanas, sabemos que ahí esta y eso no le ayudara, pague ya, o la vamos a ir a sacar de debajo de las cobijas y la meteremos al bote”…estaba harta ya, las deudas con el banco la ahogaban, por mas que había hecho lo posible por salir de esas deudas no había podido, casi toda su quincena se le iba en pagarlas, y su marido se hacia el tonto en cuanto a ayudarla a salir de esas deudas de las cuales el contribuyo, ..”necesito esas llantas Malenita, ya sabes que traigo las llantas lisas y un día de estos ya no vivo para contarlo, da el tarjetazo”…le dijo ese día su marido, como a el no le habían autorizado tarjeta de crédito por un adeudo que tenia desde antes de casarse y estaba reportado en buró de crédito, le cargaba todas las urgencias a la única tarjeta de crédito que tenia Malena, pero esta vez si ya no pudo seguir pagando, su marido se había hecho menso cada que ella le exigía que le ayudara a pagar ese adeudo, pero el decía que habían hecho recorte en la empresa y a los que no habían corrido, les habían disminuido el salario y que pues no le alcanzaba, que ella ganaba mas que el, que lo comprendiera, que para la otra quincena se ponía a mano, pero esa quincena jamás llegaba, y Malena sabia que no la ayudaría por que ahora para colmo tenia una nueva amante y en ella se le iba el salario.

Estaba harta de su vida, de la compañera de trabajo que lloraba por todo, de un jefe rabioso, y libidinoso que siempre le miraba los senos y las piernas cuando la llamaba a su despacho y le pedía que le tomara dictado. Estaba harta de la señora que se colaba al edificio a vender cualquier chucheria y que la hostigaba hasta el hartazgo para que le comprara Avòn, ropa o perfumes. Estaba hasta el copete de su trabajo mediocre que apenas le daba para medio pagar deudas, comprar algo de despensa y pagar sus pasajes. Estaba harta de contestar el teléfono por que sabia que de esas múltiples llamadas, la mayoría eran para ella por parte de los bancos, estaba harta del ojete de su marido, harta de su hermana que seguido le pedía prestado, harta de su madre que le llamaba solo para reclamarle que no le ayudaba en nada, -“¿pero como?” decía la pobre de Malena, apenas y alcanzaba para ella, estaba harta de la vecina cochina que tiraba la basura en la esquina, estaba harta de todo.

Esa mañana, se levanto temprano aún antes que amaneciera y que su marido se fuera a trabajar, tomo camino sobre las oscuras calles, dónde ya gritaban las tamaleras afuera de las estaciones del Metro, de los voceros que expendían sus periódicos con las mismas noticias de siempre, estaba harta de AMLO de Felipe Calderón y del maldito Bicentenario, finalmente a ella la revolución y la Independencia no le habían hecho justicia, seguía miserable como siempre, desde que nació siempre había recordado esa horrible pobreza en la que vivió en una vecindad de Tacubaya, en un oscuro cuartucho donde su pobre madre, los había llevado cuando su padre los había abandonado, y harta de recordar el dolor que sentía cuando su mama salía muy linda y arreglada por las noches y que al otro día había despensa llena, medias nuevas para su mamá y uno que otro juguete para ella y su pequeña hermana a la que solía cuidar por las noches cuando su madre salía y ella moría de miedo en ese conspicuo lugar que se le asemejaba el quinto infierno.

Caminando, por las laberínticas calles y luego de horas de caminar, llego al mercado de San Juan, dónde el olor a tacos, a caldo de pollo y a tamales le despertó el hambre, y vio a Pablo el le sonreía muy alegre y solo le dijo: “¿te sirvo una rica pancita?” “veras que te alegrara el alma, por que panza llena corazón contento” –le dijo el regordete y simpático hombre que vendía desayunos en el mercado. Mientras desayunaba el le iba contando su vida,…”soy viudo y mis hijos ya están grandes, un tio mió acaba de morir y me heredo un terreno en las playas de Oaxaca, y yo no quiero irme solo, quiero una mujercita linda y hacendosa que me ayude a poner el restaurante, y ya luego irnos a tostar a las playas, tumbados en las hamacas”, ella lo escuchaba y aunque ya había acabado su desayuno, no quería moverse de ahí, ¡se sentía tan a gusto con ese hombre! Y de repente se imagino ella entre sus brazos, arropada por el cariño que desprendía Pablo, se imaginaba sus manos, mientras el le acariciaba sus negros cabellos y le daba un tierno beso, se imagino entre sus brazos y entre sus piernas y ya no pudo más, sintió un ligero orgasmo que no había tenido en mucho tiempo, en meses, desde aquella vez que se entero que su marido le había puesto el cuerno por primera vez. Y no lo pensó más…estaba a punto de decirle a Pablo que ella quería irse con el a las playas de Oaxaca, cuando…el sonido del maldito teléfono la despertó, eran los malditos bancos nuevamente y ella aún seguía en la cama, con la misma ropa de ayer, con las medias jaladas y toda despeinada, su viaje a la hermosas playas de Oaxaca con aquel regordete pero simpático hombre se había esfumado, seguía en su pequeño departamento, en la misma cama y con el mismo hombre infiel, odiaba su vida pero no tenia de otra, el trabajo, los cobradores bancarios, la vecina cochina, la vendedora hostigosa y su compañera que lloraba todo el tiempo la esperaban.

Gabby

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola:

Muy cruda la historia y muy triste la vida de Malena.

Que pena que historias de miseria y endeudamiento se den por doquier.


¡Dejo un saludo afectuoso!